martes, 15 de marzo de 2016

Mentes enfermas en cuerpos sanos

Horas y más horas con las pesas. El culto al cuerpo puede llegar a convertirse en una obsesión que oculta un trastorno psicológico. La vigorexia, una patología descrita hace apenas unos años, afecta a aquellos adictos a la musculación que nunca se consideran lo suficientemente fornidos, se pesan varias veces al día y hacen del gimnasio su 2° casa.




 La vigorexia o dismorfia muscular fue estudiada por 1° vez en Boston en el año 1997, en una investigación publicada en la revista científica "Psycosomatics", Se encuadraría dentro de un grupo de trastornos de dismorfias corporales, sufridos por personas que no se sienten a gusto con su propio cuerpo y se obsesionan con la mejora de ciertos defectos físicos. La vigorexia constituye el reverso de la anorexia nerviosa. Mientras que la anorexia suele aparecer entre chicas jóvenes que por más que adelgazan nunca llegan a verse lo suficientemente delgadas, la vigorexia afecta a hombres que se desviven por alcanzar un cuerpo cada vez más musculado.
Deriva de una confusión entre medios y fines, el problema surge cuando no se utiliza el ejercicio físico como un medio para llevar una vida más saludable. La consecución de un cuerpo musculado se convierte en un fin en sí mismo y esta obsesión puede acarrear la adopción de hábitos no saludables.

Es frecuente el consumo de esteroides anabolizantes entre personas vigoréxicas. El abuso de estas sustancias, que permiten aumentar rápidamente la masa muscular y son fáciles de encontrar en algunos gimnasios, puede ocasionas graves problemas físicos, como un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, lesiones hepáticas, disfunciones eréctiles, dismunución del tamaño de los testículos y una mayor propensión a padecer cáncer de próstata.
Algunos estudios indican que la vigorexia puede ir acompañada de otras alteraciones psicológicas como la ansiedad, la depresión y los trastornos obsesivos compulsivos. En nuestra sociedad, la presión de los medios de comunicación, redes sociales,  ha desempeñado un papel esencial en la extensión de esta patología. Se difunde el modelo de hombre fuerte y atlético como prototipo de salud y éxito, lo cual puede causar una obsesión por el culto al cuerpo y una frustración en adolescentes cuya complexión no se adapte a estos cánones.
Para luchar contra la vigorexia se debe asistir a terapias psicológicas de modificación de la conducta y acabar con la presión social del "cuerpo perfecto"