Extraído del libro: "Qué pasa por la
cabeza del corredor de maratón", de Tomás Vich Rodríguez, premiado con el
accésit "Nike" en el II Certamen del Libro Deportivo Marca. 2003.
Nuestra mente
es igual que nuestro cuerpo. Y es igual por diferentes razones. En primer
lugar, porque forma parte de nosotros. En segundo lugar, porque también se
agota o se cansa cuando se realiza una actividad durante un período de tiempo
más o menos prolongado. Y en último lugar, porque, así como entrenando nuestro
cuerpo podemos lograr mayor resistencia, potencia muscular, flexibilidad...,
entrenando nuestra mente podemos lograr mayor capacidad de concentración,
atención, capacidad de sacrificio... y, por tanto, retardar, en gran medida, un
agotamiento prematuro.
En el maratón,
al hilo de lo que sucede a nuestro organismo, la mente sigue un proceso natural
de desgaste que se refleja en las distintas etapas o fases emocionales por las
que pasamos a lo largo del tiempo que permanecemos corriendo.
Nuestro estado anímico varía desde un polo
hasta el opuesto pasando de estar Alegres a estar Suplicando para que llegue el
final de la carrera. Sin embargo, dicho estado se puede, si no eliminar, sí por
lo menos mitigar hasta el extremo de lograr, inclusive, disfrutar de los
últimos kilómetros de la Maratón. Pero para conseguirlo, hay que mentalizarse
de la existencia de los malos momentos y de la necesidad de superarlos.
Se distingue
seis etapas diferenciadas, aprovechando determinados puntos kilométricos del
maratón:
1. EUFORIA -
Esta etapa se extiende, desde los minutos previas al inicio de la carrera,
hasta que se llevan recorridos los primeros kilómetros (4 ó 5).
Durante esta
etapa, se entremezclan los pensamientos de alegría ("Esto es un
espectáculo", "Cómo me gusta esto"), con otros que reflejan las
primeras dudas ante la carrera ("Cuando llegue a meta voy a brincar de
alegría", "Me voy a comer un buen almuerzo"). En ningún momento se plantea el hecho de que
antes del final de la carrera vamos a sufrir y este sufrimiento, por momentos,
va a ser muy grande. ¿Y por qué no nos planteamos esta circunstancia?. El hecho
es que durante este preciso momento estamos FRESCOS, física y mentalmente, y lo
que menos me voy a plantear en este instante es que al cabo de unas horas voy a
pasarlo mal, simplemente, porque pienso que no va a suceder; y es que si
"ahora estoy bien ¿por qué luego me voy a encontrar mal?" o
"cuando tenga que sufrir, sufriré". Estas cogniciones son erróneas ya
que no se ajustan a la realidad y, por eso, es fundamental controlarlas y/o
dominarlas (éste supone el primer punto de concentración).
Me explico en este aspecto: claro que estoy
de acuerdo conque una persona esté eufórica antes de empezar la carrera y que
se deje llevar por estas sensaciones, porque es bueno, pero, esto, es muy
distinto a que, posteriormente, una vez iniciada la prueba, dichos pensamientos
se antepongan a la realidad que, como ya he comentado, es que antes o después
nos vamos a cansar (son muchas horas corriendo) y si no lo hemos previsto o
anticipado y, por tanto, no nos hemos concienciado para ello, pagaremos el
gasto que hagamos al principio con un cansancio adicional al que, por el de la
propia carrera, vamos a padecer. Hay que ANTICIPAR lo que nos va a suceder en
cada momento de la carrera.
Durante estos
primeros instantes de carrera hay comenzar la prueba tranquilamente sin dejarnos
llevar ni por la alegría del principio, ni por el miedo a quedarnos descolgados
del resto de corredores. De esta forma, en los últimos kilómetros de la prueba,
aparte de adelantar a muchos de estos corredores que, ahora, se dejan arrastrar
por la euforia del inicio, vamos a llegar en un muy buen estado físico y
mental.
2. CHARLA. Esta etapa se prolonga desde los
kilómetros 6-7, hasta los kilómetros 14-15.
Es la etapa de la "charla", durante este período es cuando una
gran parte de los corredores se dedican a hablar con los "compañeros de
viaje" y con las personas que animan. Asimismo, este es el momento en el
que se suelen gastar bromas y/o contar chistes.
Durante este período el problema que nos
podemos encontrar es el del desconocimiento de nuestras posibilidades. En
numerosos casos, los corredores, bien porque físicamente se encuentran en
perfecto estado ("Ya estoy en el kilómetro 11 y me encuentro muy bien, así
que puedo acelerar", "Voy perfectamente, no estoy nada
cansado"), bien por la animación de la gente que te empuja ("Qué
emocionante es ver a tanta gente animándote") o bien porque percibimos mal
la realidad ("Ya llevo un tercio de la carrera, sólo me quedan dos tercios
y no estoy cansado", "Ya sólo me quedan X kilómetros") tendemos,
inconscientemente, a acelerar nuestro paso y a adoptar un ritmo que está por
encima de lo que nuestro cuerpo nos permite, provocando un agotamiento
prematuro de nuestra energía, primero física y, a renglón seguido, mental. La
consecuencia de todo esto es que, según el kilómetro de la prueba en el que
ocurra, abandonamos o acabamos "arrastrándonos".
Ante esta
circunstancia, la ANTICIPACIÓN de estas sensaciones es importante, cuando
observemos que nos estamos dejando llevar por la euforia de la gente que nos
anima o que vamos a un ritmo más veloz del que podemos, actuemos con cabeza y
atendamos a nuestras sensaciones orgánicas, un ritmo que se ajuste a nuestras
posibilidades; de este modo, no nos dejaremos arrastrar por lo que las
sensaciones inmediatas nos dictan, y que no son otra cosa que percepciones
erróneas de la realidad, fruto de un sentimiento de grandeza e insuperabilidad
equivocados.
3. TRANSICIÓN. Desde los kilómetros 16-17
hasta los kilómetros 22-23).
Esta etapa,
psicológicamente hablando, es neutra. Es sólamente durante estos kilómetros
cuando los corredores populares realmente actúan, siempre desde un punto de
vista psicológico, como deben. Esta etapa supone, como su propio nombre indica,
un paso entre la alegría del principio y el comienzo del cansancio físico y
mental, de ahí que, durante este tiempo, permanezcamos más o menos concentrados
y corriendo de un modo más o menos regular. Este espacio de tiempo adquiere, si
así se desea, una importancia mayor para los corredores populares, ya que,
puede servirles de modelo para saber cómo deben correr un maratón; es decir,
que si MENTALMENTE, somos capaces de correr toda la prueba como lo estamos
haciendo ahora, vamos a estar en disposición de llegar a meta en perfecto
estado, ya que estamos dejando de lado nuestras cogniciones erróneas a cambio
de otras que nos permiten ir concentrados en lo que estamos haciendo. A fin de
cuentas esta es, para mí, la clave fundamental para acabar el maratón, física y
psíquicamente bien.
4. LATENTE. Esta etapa se extiende desde el
kilómetro 24 hasta lo que se ha venido en llamar "el muro",
aproximadamente el kilómetro 32.
Es en este
momento, cuando puedo decir que comienza el Maratón: hasta ahora, nuestra
euforia, en primer lugar, y nuestro perfecto estado físico, posteriormente, no
nos han permitido captar la verdadera dureza de la prueba; pero, a partir de
este momento, una vez que ya comenzamos a sentir el peso de la carrera (las
piernas empiezan a sentirse cansadas, ya no apetece seguir corriendo, etc.), es
cuando vamos a empezar a sufrir física y mentalmente.
Sin embargo,
el verdadero sufrimiento psicológico está aún por llegar; se empiezan a generar
pensamientos que, más tarde, cuando físicamente estemos muy cansados, van a
pasearse una y otra vez por nuestra cabeza de manera continuada, provocando, si
no estamos preparados, unos efectos devastadores. Uno empieza a preguntarse si
va a llegar a meta; es cuando empezamos a fijarnos, no en el camino que
llevamos recorrido, sino en el que nos queda por recorrer; es cuando, en
definitiva, empezamos a angustiarnos y hasta decaernos, porque ya lo único que
queremos es "¡ACABAR de una santa vez!".
Ahora es
cuando deben empezar a aflorar los pensamientos positivos que hemos preparado
para este momento. En este aspecto hay una cosa clara, si antes de la prueba
hemos previsto este cansancio, ahora, cuando llegue, vamos a afrontarlo con
verdaderas garantías, ya que nuestras cogniciones van a ser del estilo
"esto ya me lo esperaba", "es normal este dolor, llevo muchos
kilómetros corriendo", "forma parte de la carrera", etc., y no
las que normalmente aparecen cuando uno no está preparado ("me duelen las
piernas", "no me quedan fuerzas", "estoy muy cansado y
todavía me quedan muchos kilómetros", "no voy a llegar", etc.).
5. SUFRIMIENTO. Se prolonga desde el
kilómetro 32 hasta el kilómetro 42.
Durante este
período de tiempo, lo único que vamos a desear es acabar y ni los aplausos de
la gente, ni nuestro estado físico nos van a ayudar a retirar de nuestra
cabeza, estos pensamientos. La agonía es tal, que, una persona cualquiera que
todavía no haya corrido ningún maratón, no se explica el hecho de que cuando
tan solo te quedan dos kilómetros para terminar dejes de correr y te pongas a
andar, y, es que, para la mente de un corredor no preparado para la ocasión,
que lleva corriendo 4 horas, esos últimos 2 kilómetros, no son otra cosa que
2.000 metros lo que supone una barrera imposible de superar en ese momento,
para cualquier persona que llegue en esas condiciones.
Nuestro objetivo es, pues, que al llegar al
kilómetro 40 (ó 39 ó 38) sólo pensemos en ir a por el siguiente kilómetro, sin
angustiarnos por llegar a meta, defecto, que es muy común en numerosísimos
corredores, quienes creen que en el kilómetro 34 (porque sólo queden 8), ya han
terminado la prueba, sin concebir el hecho de que ahora cada kilómetro se
multiplica mentalmente por 2, y, que, ni nuestros pensamientos ni nuestro
estado físico son los del principio, sino que son radicalmente opuestos
("no puedo más", "quien me manda a mí meterme en estos
sufrimientos", "estoy harto de correr", "no vuelvo a correr
el maratón", etc.).
M E T A
En fin, en esta etapa se produce lo que yo
denominaría un subidón anímico, que se refleja externamente en las caras de
satisfacción de los corredores, e introspectivamente en pensamientos que
resumen todo el esfuerzo previo por conseguir una heroicidad: “Lo he logrado”,
“Por fin”, “Soy un genio/a”, “Aleluya”... En definitiva, es un momento que
todos los que lo hemos experimentado, resumimos en que es “para vivirlo”. Es un
momento, psicológicamente hablando, muy peculiar. Digo peculiar, porque si nos
fijáramos en esos corredores unos 500 metros antes, veríamos, tal y como
comenté en la etapa anterior, un aspecto totalmente distinto y, sin embargo,
parece milagroso que, de repente, nos olvidemos de nuestros dolores físicos,
del calor, del cansancio, de la hartura psicológica... Y demos la sensación,
siempre de cara al espectador, de que estamos como si no hubiéramos recorrido
¡42 kilómetros sin parar!, o lo que es lo mismo, como si no hubiéramos estado
corriendo 3, 4, 5 o hasta 6 horas.
Quizás toda esta reacción quede explicada
porque en nuestro organismo se produce la liberación abusiva de una hormona que
todos en nuestra vida desearíamos liberar continuamente: la endorfina o, comúnmente
hablando, “hormona de la felicidad”.
La clave del
éxito mental en el maratón radica en la anticipación de consecuencias. Si se
consigue controlar todas las sensaciones que se van a experimentar durante el
maratón, se logrará realizar una buena carrera, lo que permitirá repetir la
experiencia (si así se desea) ya que el sentimiento final será de Plena
Satisfacción.